Cuando lo traje a casa cantaba como los dioses. El problema fue que un día dejó de cantar, así de simple. Traté de buenas maneras, y nada, como si le diera hiel. Pasaban los días y yo emperrado en que cantara y el muy maldito siempre con su trinar negado. Cuando llegó Esther a mi vida, el infeliz comenzó a cantar. Entonces, con rabia, tomé aquella decisión que tanto me pesa ahora.
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Nombre: Maria Elena Lorenzin
Alias:
País: Australia
Saludos transpacíficos, María Elena.
ResponderEliminarPobre canario, pero a veces las emociones son incontrolables.
ResponderEliminarUn abrazo.
Es la primera vez que te leo, María Elena. La buena lectura me da placer, y te lo que comento rápido porque a tu personaje no le agrada el silencio.
ResponderEliminarLe recomendaría a Esther que no haga la típica femenina de decir "No me pasa nada" y llamarse a silencio... digo.
ResponderEliminarMuy bueno, María Elena.
Saludos van
San Montelpare
Muy bueno, personaje complejo, pobre Esther, que no lo contradiga jaja. Edith
ResponderEliminarPor algo era!! Los animales tienen instinto.
ResponderEliminarBesicos muchos.
Inteligente este canario. Gloria Arcos
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