Al principio no era más que un leve susurro de aire, un murmullo que arrancaba cada vez que ella y yo intentábamos hablar. Bastaba con que uno le preguntara al otro qué tal le había ido el día para que se levantara una corriente de aire en medio del pasillo, en la cocina, sobre el cajón de arena de Tulo. Cada vez más fuerte, cada vez más ruidoso. Un simple "hola", incluso dicho por lo bajini, podía desatar un vendaval en el que salían volando fotos, tangas, libros, el jodido gato… Y luego estaba el asunto carnal. Ese furibundo huracán que irrumpía en el dormitorio al mínimo roce para arrojarnos a extremos opuestos de la cama sin ninguna compasión.
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Nombre: Pablo
Alias: Garcinuño
Sitio web: En mal estado
País: España
A veces, si hay mucha suerte, el mismo huracán vuelve a reunir. Si hay suerte? Cada cual sabrá.
ResponderEliminarMe lo guardo en mi Twitter, Pablo!
Los vendavales es lo que tienen...
ResponderEliminarEs que en este cuento el aire se corta a cuchillo.
ResponderEliminarMuy bueno, Pablo.
Saludos van
San Montelpare
Es duro como un vendaval (no de relatos) sino como la vida misma...Ay, la incomunicación tan dura cual huracán.
ResponderEliminarEse título "problemas de ventilación" es muy que muy acertado. Me ha encantado tus letras.
Besicos
En este caso lo de "échate para allá, que corra el aire" es literal.
ResponderEliminarUn abrazo, Pablo.
El aire que nos falta, el aire que nos sobra, el aire que nos da, el aire... Todo está en el aire, Pablo, todo, afortunadamente.
ResponderEliminarAbrazotes, máster
Llegué antes por tu blog y allá te comenté.
ResponderEliminarMuchas gracias por vuestros soplidos a mi soplo! :-)
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