La mañana lucía un cielo azul y rosa; yo feliz de que naciera para acompañarme en mi regocijo. A mi alrededor formaba un arcoíris que sabía a menta y veía el sonido del río, azul plumbago, con el conocido aroma de las manzanas recién cortadas, cuando el sabor de los abrazos se adelantó y llegó a casa, inundándola de olor a guayabas maduras. Era lo que disfrutaba cuando ellos llegaban. Me distrajo ver los colores azules y guindas de la música que el viento mecía como velos y menguaban la emoción de la espera. Supe que llegó cuando vi el color de su voz naranja que me llena el corazón de alegría y camina por las paredes blancas. Cuando pronunciaron su nombre, impregnó mi paladar y aun sin verlo, llegó hasta mí el sabor de sus palabras. ¿Dónde está mi hija? –preguntó. Y salí de mi escondite, haciendo a un lado azules y amarillos con aroma a flores de campo y de un brinco llegué hasta su cintura que tenía el color de las montañas, y su risa el aroma de las fresas silvestres; sentí sus brazos cuando se cerraron sobre mi cuerpo con fuerza. La fiesta había empezado.
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Nombre: Marina Calderón Medina
Alias:
Sitio web: Marina
País: México
¡qué experiencia poder tener sinestesia! ¡Estímulos que no cesan de presentarse y todos al mismo tiempo! Precioso mini que nos ayuda a introducirnos dentro de ese mundo que es más que mágico. Poético como todos tus escritos. Felicitaciones.
ResponderEliminar¡suspiro poético! Un texto hermoso, felicitaciones, Marina
ResponderEliminarHe quedado fascinado con esta pureza.
ResponderEliminarFelicidades :-)