En ocasiones huelo a sangre cuando suspiro. Y aún siento la metralla en la carne, sobre todo los días húmedos. Muchas veces veo sin quererlo sobre el asfalto los muertos ocultados tras los olivos, los tirados entre las matas de algodón. O me viene a la boca un regusto a bilis, herrumbre y lágrima, que es el mismo sabor del hambre sin horizonte. Algunas noches, si no me duermo, con los ojos cerrados en el silencio puedo oír los pasos que acechan subiendo por la escalera, aunque ahora vivo en una planta baja. Lo sé, es la memoria de los sentidos, la que no sabe de leyes, que viene a rescatarme cuando me falla la mía o me traiciona la de los demás.
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Nombre: Miguel Ángel Flores Martínez
Alias: Miguelángel Flores
Sitio web: eternidades y pegos
País: España
Fiel a tu estilo, me gustó...
ResponderEliminarUn abrazo, Miguel Ángel.
HD
Y que nunca se pierda esa memoria, la de los sentidos, se viva donde se viva que más da la altura.
ResponderEliminarMe encantó tu soplo, amigo
Besicos
¡Cómo me ha gustado tu soplo! Me encanta esa memoria que no sabe de leyes ¿por qué será?
ResponderEliminarMuy bueno, importante no olvidar, los sentidos acuden en nuestro auxilio, hay que tratar de no tenerlos dormidos.
ResponderEliminarMuy bueno, ¿quien no ha vivido algo que nunca lo abandona?
ResponderEliminarUna excelente historia negra.
ResponderEliminarMe gusta mucho todo el relato. Esa memoria mezclada que no desaparece. Que no entiende. Así como es.
ResponderEliminarUn abrazo
Qué bien lo cuentas. Me llama la atención ese rescate de la memoria de los sentidos como algo positivo, aunque signifique recordar aquello que por su crueldad se quiera olvidar. Es paradójico pero es así de verdad.
ResponderEliminarUn abrazo, Miguelángel.
Si es que todo está ahí, en la memoria y en cómo la evocamos. Intenso, Miguel Ángel.
ResponderEliminarSaludotes imborrables
Crudo y demoledor.
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