En los viejos y tradicionales carnavales la gente liberaba sus instintos reprimidos, protegidos por la permisividad de los disfraces. Para esas fechas era natural ver a las personas caminar por las calles convertidas en mula, payaso o marimoña, totalmente compenetradas en su papel. Hay algunos que dicen que esas prácticas se perdieron y que el ritmo moderno no deja tiempo para la creatividad. Pero no es cierto, hoy demanda mucho esfuerzo y concentración a una modelo simular ser actriz, a un ingeniero ser taxista, a un policía ladrón y a un ladrón gobernante. Y sin embargo, hay tantos desfilando por la vida.
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Nombre: Caro Fernández
Alias:
Sitio web: Triple C
País: Argentina
Bordaría tu Enmascarados en un tapiz, Caro.
ResponderEliminarMuy bueno y lamentablemente cierto. Hay que tratar de desenmascarar. Felicitaciones.
ResponderEliminar¿Acaso queda otra salida? Creo que no es fácil retomar la máscara habitual, la que construimos desde niños. Ahora, las diversas situaciones, globales, nos imponen una que nos resulta extraña; un disfraz para nuestra miseria (y no me refiero a lo material).
ResponderEliminarUn cuento muy bueno, Caro :-)
Desde luego lo has bordado!!
ResponderEliminarBesicos muchos.
Destila ironía e inteligencia.
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